La alimentación es uno de esos aspectos que con el paso de los años ha ido variando de forma considerable en lo que respecta a la responsabilidad tanto del consumidor como del proveedor. Buena muestra de ello es la creciente demanda de productos con un origen bien identificado por los clientes de las respectivas cadenas o por la amplitud de determinados surtidos, llámense bio o ecológicos. También ha incrementado considerablemente el número de informaciones que hablan de las bondades en lo que a salud se refiere de ciertos productos. Uno de los más recientes es el brócoli, de quien se destacan sus propiedades anticancerígenas. ¿Es cierto todo lo que se lee?
Revistas especializadas vincularon las propiedades del brócoli con el frenazo al cáncer. En concreto se apunta a la índole 3 carbinol (I3C). El estudio que publicó la revista ‘Science’ recoge la posibilidad de que dicha sustancia interaccionase con dos genes ya conocidos, llamados WWP1 y PPTEN, logrando la detención de la multiplicación de células tumorales.
El brócoli, ese producto que se puede encontrar con descuentos en alimentación en cualquier superficie de España incluye ese gen PTEN que puede variar los ciclos que afectan a la supervivencia de las células, por tanto podrían frenar su expansión. Sin embargo, el gen WWP1 se encarga precisamente de cancelar el efecto de PTEN. ¿Cuál es la realidad entonces del brócoli y el cáncer?
Según recoge el portal ‘Maldita.es’, con un nuevo estudio se ha logrado suprimir las enzimas de WWP1 para soltar a los beneficios del PTEN y de ahí la vinculación del brócoli con la detección del cáncer. La molécula I3C podría ser un remedio contra el cáncer, pero para conseguir la cantidad necesaria habría que consumir mucha cantidad (unos 3 kilos diarios) y crudos. Esa es la realidad de los efectos anticancerígenos del brócoli.
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