El exceso de velocidad es uno de los mayores culpables de los accidentes de tráfico en España. Cada año hay un gran número de víctimas mortales en las carreteras, 1.145 durante el año 2022, y la Dirección General de Tráfico (DGT) no para de buscar nuevas herramientas y mecanismos para reducir la cifra. Una de las herramientas más polémicas son los radares cascada, capaces de multar a quienes únicamente frenan justo antes de llegar al radar.
Lo cierto es que, a pesar de que existen límites de velocidad bien señalizados en todas las carreteras, hay conductores que no siguen sus indicaciones sobre la velocidad máxima. Y cuanto mayor es la velocidad de un vehículo, las probabilidades de sufrir un accidente grave son más grandes. Para evitar estas situaciones, la DGT recurre a los radares de velocidad, con los que impone sanciones a los conductores que sobrepasan los límites.
En este sentido, hay dos tipos de radares:
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Fijos: se encuentran siempre en el mismo lugar y su posición está señalizada, lo que permite a los conductores que circulan a más velocidad de la permitida frenar justo antes de pasar por el radar para evitar la multa.
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Móviles: estos radares pueden moverse y suelen estar ocultos, lo que aumenta las posibilidades de dar con los infractores. Sin embargo, en muchas ocasiones los conductores acaban sabiendo su ubicación.
Ante la falta de eficacia de estos dos tipos de radares de velocidad, Tráfico ha lanzado los denominados como radares cascada. Básicamente consiste en la colocación de dos radares, uno fijo y uno móvil, de forma contigua. De este modo, si el vehículo reduce su velocidad de forma drástica al pasar por el radar fijo, el radar móvil, colocado un poco antes o después del fijo, lo detectará y podrá identificar de manera efectiva la infracción.
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